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UNA POLÉMICA JUSTA
En 1971, la televisión holandesa emitió un debate entre el lingüista norteamericano Noam Chomsky y el historiador francés Michel Foucault. Tales eran la expectativa y las prevenciones que Fons Elders, el moderador, definió a sus invitados como “dos obreros perforando un túnel en la montaña, cada uno desde un lado opuesto, con instrumentos diferentes, y sin saber si se encontrarán”. Publicado como "La naturaleza humana: justicia vs. poder" (ed. Katz), reproducimos algunos de sus pasajes más álgidos, prolíficamente puntuados por las palabras “no estoy de acuerdo”.
Quizá sería interesante ahondar un poco en el problema de la estrategia. Supongo que lo que usted llama desobediencia civil probablemente sea lo mismo que los franceses denominan acción extraparlamentaria.
Chomsky: No, creo que va más allá. La acción extraparlamentaria incluiría, por ejemplo, una manifestación masiva legítima, pero la desobediencia civil tiene un sentido más restringido. Significa directamente desafiar aquello que el Estado establece como legal, cuando no lo es según mi visión.
Foucault: Permítame hacerle la siguiente pregunta: cuando usted comete un acto ilegal...
Chomsky: Que yo considero ilegal, no sólo el Estado.
Foucault: No, no, bien, que el Estado...
Chomsky: ...que el Estado considera ilegal.
Foucault: ...que el Estado considera ilegal.
Chomsky: Sí.
Foucault: ¿Usted realiza este acto en virtud de una justicia ideal o porque es útil y necesario para la lucha de clases? Mi problema es que remita a una justicia ideal.
Chomsky: Cuando realizo un acto que es ilegal para el Estado, para mí suele ser legal, esto es, considero que el Estado es criminal.
Foucault: ¿De modo que es en nombre de una justicia más pura que usted critica el funcionamiento de la justicia? (...) Mas que pensar en la lucha social en términos de “justicia”, hay que hacer hincapié en la justicia desde la perspectiva de la lucha social.
Chomsky: Sí, pero seguramente usted piensa que su papel en la guerra es justo, que está luchando una guerra justa, para servirnos de un concepto de otro ámbito. Y creo que eso es importante. Si uno pensara que está luchando una guerra injusta, no podría seguir esa línea de razonamiento.
(...)
Foucault: Quisiera sólo responder a una afirmación suya, en la que dijo que si no considerara justa su lucha contra la policía no participaría. Quisiera responderle en términos de Spinoza y decir que el proletariado no lucha contra la clase dominante porque considere que se trata de una guerra justa. El proletariado lucha contra la clase dominante porque, por primera vez en la historia, quiere tomar el poder. Y porque derrocará el poder de la clase dominante considera que su guerra es justa.
Chomsky: No estoy de acuerdo.
Foucault: Se hace la guerra para ganarla, no porque sea justa.
Chomsky: En lo personal, no estoy de acuerdo.
Foucault: Cuando el proletariado tome el poder, es muy posible que ejerza sobre las clases derrotadas un poder violento, dictatorial, e incluso sangriento. No puedo ver qué objeción podría plantearse a esto.
Chomsky: No me convence en absoluto esa teoría de la revolución por muchos motivos, históricos y de otro tipo. (...) Mire, no estoy diciendo que haya un absoluto... Por ejemplo, no soy un pacifista militante. No sostendría que es incorrecto utilizar la violencia en todas las circunstancias imaginables, aunque el uso de la violencia sea en cierto sentido injusto. Creo que se deben evaluar las justicias relativas.
(...)
Foucault: En cuanto al objetivo del proletariado al liderar una lucha de clases, no creo que sea suficiente afirmar que busca una mayor justicia. Lo que el proletariado logrará al expulsar a la clase que hoy está en el poder, y al tomar el poder mismo, es precisamente la abolición del poder de clase.
Chomsky: Está bien, pero ésa es la justificación última.
Foucault: Esa es la justificación, pero no en términos de justicia sino en términos de poder.
Chomsky: Pero, en efecto, es en términos de justicia, porque el fin que se alcanzará se presenta como un fin justo.
Foucault: Si le parece bien, voy a ser un poco nietzscheano al respecto; en otras palabras, me parece que la idea de justicia en sí es una idea que ha sido inventada y puesta a funcionar en diferentes tipos de sociedades como instrumento de cierto poder político y económico, o como un arma contra ese poder. Pero creo que, en todo caso, el concepto mismo de justicia funciona dentro de una sociedad de clases como una demanda de la clase oprimida y como justificación de la misma.
Chomsky: No estoy de acuerdo.
Foucault: Y en una sociedad sin clases, no estoy seguro de que siguiéramos utilizando esta noción de justicia.
Chomsky: Ahora estoy absolutamente en desacuerdo. Creo que hay cierto tipo de fundamento absoluto –aunque si me presionaran estaría en problemas, porque no podría esbozarlo– que en última instancia reside en las cualidades humanas fundamentales, sobre las que se basa un concepto “real” de justicia.
De este artículo lamentablemente no tengo los datos, ni en qué periódico salió publicado ni en qué fecha, pero es bien interesante.
Por: José Antonio Martínez Rojas
En la República Dominicana han sido introducidos especies de árboles que podrían clasificarse de poca o ninguna utilidad. En algunos casos, hasta de cierta peligrosidad, como es la denominada javilla extranjera (aleuritas triloba), oriunda del Sureste asiático y que por desconocimiento ha sido sembrada en las calles y avenidas como sombra. Las semillas que produce son muy venenosas y se han dado numerosos casos de envenenamiento, especialmente entre niños, que ajenos a su toxicidad juegan con ellas y hasta llegan a comerlas.
Desde su introducción, la casuarina (equisetifolia L.) o pino de Australia, ha sido plantada en lugares equivocados, ya que la mayoría de las personas piensan que se trata de un pino y ésta ni siquiera es familia de las coníferas. El lugar ideal para sembrar las casuarinas lo constituyen los bancos de arena cercanos a las playas, para que sirva de rompevientos. Además, las agujas, en lugar de hojas, formadas en verticilitos, son tan perjudiciales que donde caen forman una costra en donde no crece ni la hierba.
Hace unos años la Dirección General Forestal auspició la siembra de lino (leucaena leucocephala), argumentando que en los lugares áridos, debido a su rápido crecimiento, podía evitar la deforestación, enseñando a los campesinos a cocer sus alimentos con esta planta en lugar de carbón vegetal hecho de otras especies de mayor valor. Sin embargo, el lino no fue sembrado donde originalmente se planificó y hoy arropa fincas y bordes de carreteras, especialmente en la zona Este del país, constituyendo un peligro para los vehículos pesados (carretera Otra Banda-Bávaro-Punta Cana).
Si damos crédito al botánico Alan Liogier, el único atributo del lino, aparte de su rápido crecimiento y proliferación, es su condición de molífera. Sin embargo, acota en su Diccionario “que se dice que si el ganado se come las hojas o los frutos de este árbol, el pelo y hasta las pezuñas se le caen”.
En el estado norteamericano de Florida se ha prohibido la siembra de la Picus benjamina (laurel) y la Picus rubiginosa (caucho), porque las numerosas raíces de estas plantas obstruyen los desagües sanitarios y de agua en procura de ese líquido. Su capacidad de taponamiento es tal que en árboles adultos se ha tenido que emplear maquinaria especializada para limpiar el alcantarillado. No obstante, en nuestro país se tiene como “lo último”. Para comprobarlo sólo hay que darse una vuelta alrededor del Faro del Almirante de la Mar Océana.
Hemos observado que funcionarios y autoridades edilicias han querido ponerse a tono con la corriente reforestadota o el Plan Quisqueya Verde, utilizando la especia “Palma Manila o Filipina”, al parecer creyendo que se trata de la palma real en estado de crecimiento, sin saber que ésta no tiene la misma utilidad que la palma dominicana, puesto que la importada ni produce frutos comestibles para animales (cerdos), ni yaguas o cogollos para techar viviendas; tampoco produce tablas para ranchos y mucho menos el apetecible palmito.
Otro error que se está cometiendo en la ciudad capital es la arborización con la especie acacia amarilla, árbol de frágil consistencia cuyo valor estriba en su fácil adaptabilidad a terrenos degradantes. No nos explicamos cómo teniendo nosotros ese hermoso árbol que se llama mara o baría, de bello porte, hojas verde oscuro y madera excelente, no se utilice en adornar nuestros paseos y avenidas.
He dejado para último el nim (azadirachta undica) ya que en nuestro país, merced a una orquestada desinformación, se ha propalado la especie de que este árbol de por sí ahuyenta los insectos y los aleja de donde está sembrado. Sin lugar a dudas, de esta especie de rápido crecimiento se utilizan las semillas para fabricar aceite, jabón un insecticida orgánico de dudosa eficiencia, pero como es patrocinado por una ONG alemana, su difusión no le ha costado un centavo al Estado Dominicano, al menos que estemos equivocados. Se impone la sombra de especies nativas como la mara, roble o caoba, y si hay que utilizar introducidas, al menos que tengan valor agroforestal comercial, como la acacia magium y la teca.
El concierto que dieron en Altos de Chavón los cantantes de reguetón Wisin y Yandel, importaciones odiosas, traídas a nuestro país sólo porque la ignorancia, la estupidez y los deseos vanos de llamar la atención de la juventud dominicana permiten costearla, estuvo acompañado de bailarines que deleitaron al público con escenas bochornosas en las que se tomaron poses que simulaban relaciones sexuales y se hicieron movimientos indecorosos.
En uno de los principales diarios dominicanos aparece en la portada una de las escenas más fuertes, y en el pie de página dice que algunos consideran estas formas de baile como arte corporal y otros como erotismo; no se les ocurre mencionar a los que la consideramos vulgar pornografía y prueba lamentable de lo bajo que ha caído la sociedad en el sentido moral.
Está entendido y probado de más, que ningún extremo es bueno. Pensar en el puritanismo provoca risas porque todos saben de la hipocresía que se requiere para comportarse según estas normas extremas en público, porque de corazón pocos han estado de acuerdo con estas en los países donde se han impuesto, y porque en lo privado no eran así, y muchos adolecían de costumbres y gustos inconfesables. Pero también indeseable es el extremo del libertinaje, aberración y mala interpretación de lo que es libertad.
Los libertinos, que no son pocos en estos lares, entienden que mientras estén en la calle o en su casa pueden hacer lo que les venga en ganas, como andar casi desnudas las mujeres, y estas y los hombres utilizar orgullosamente un lenguaje soez, porque el que habla educadamente es un “atrasado, ridículo o que quiere privar en fino”.
Recuerdo los muchos ataques que se hicieron a los playeros en su momento de fama, porque las letras de sus canciones incitaban a las drogas y hablaban sin doble sentidos ni disimulos de sexo y violencia. Hoy en día, esas críticas han menguado tanto que se podría decir que hemos acabado por aceptar como buenas y válidas las actitudes de estos antisociales, promiscuos y drogadictos. Contra esta tendencia de aceptación hay que luchar, para volver a rescatar los valores que hemos perdido y que una vez nos rigieron, y de los que, al momento de tomar en cuenta para trazar las líneas de nuestra conducta diaria, es mejor pecar de exceso que de defecto, aunque ningún exceso sea bueno.
Solamente hay que observar el comportamiento de un perro en la calle para comprender qué insulto es que a uno lo comparen con este animal, aunque sea el mejor amigo del hombre; el calificativo de perro no es insultante para estos artistas, ya que ellos mismos han bautizado la forma de bailar el reguetón, que no es reggae, como perreo.
La autoridad competente bien podría sancionar a los artistas perreadores que presentaron este espectáculo, prohibiéndoles presentarse en el país por un tiempo dado, y también obligar a cualquier promotor artístico que quiera traer a un intérprete de este género a poner claro en los contratos que deben impedir los excesos en que incurren bailando. Por supuesto que en estos espectáculos se bailará perreo, pero que se aseguren que sea un perro cuyo pedigrí no le permite comer en los basureros ni copular en público.